Reflexiones desde un programa de radio "Humanística" UDEM 90.5
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La contingencia actual, por COVID 19, ha provocado en nosotros múltiples sentimientos, actitudes y respuestas ante el confinamiento. Ha roto nuestros esquemas de trabajo, familiares, sociales, culturales; ha desestabilizado nuestros paradigmas de comportamiento al grado de que, en nuestro hogar hemos querido reunir todas las estructuras y hacerlas convivir en un solo espacio.
La confluencia de todos nuestros esquemas de convivencia, en nuestra casa, ha confrontado la supremacía en una lucha de reclamos, donde el trabajo pide su espacio como si estuviera en el área laboral; y la muy celosa familia reclama sus momentos. A veces, sin distinguir ni uno ni otro, que hay que establecer nuevos esquemas y acoplar todos en un nuevo punto de reunión.
Esta es una nueva circunstancia de vida que resquebraja nuestros estilos de vida, y nos llama a recuperar lo valioso que hemos adquirido en nuestros distintos espacios de convivencia. Establecer mecanismos nuevos acoplados en un solo lugar no es tarea fácil y ha traído mucho estrés, dolores de cabeza y una álgida confrontación de reclamos. Hay que respirar… y acoplarnos. Todo lo anterior nos ha llevado a buscar no plantear los mismos esquemas en la nueva circunstancia. Estamos invitados a tener: mayor capacidad de cambio y flexibilidad; ser menos rígidos, con mayor capacidad de adaptarse; negociar y aceptar los nuevos escenarios y cambios.
En contraparte, es conveniente eliminar poco a poco las siguientes actitudes, a fin de no hacer más larga la agonía por adaptarnos a una nueva realidad: negar las circunstancias actuales; hacer más largo el duelo del desprendimiento; aplazar la aceptación por completo de una nueva la realidad.
Estamos como Sísifo, el héroe del mito griego, pero sin la piedra. Él estaba condenado a subir una piedra todos los días eternamente a una montaña; ahora, ante el confinamiento, Sísifo sin su piedra no sabe qué hacer. Así estamos nosotros: sin la piedra y sin saber qué hacer, porque, al igual que Sísifo, para nosotros la piedra se había convertido en nuestra seguridad. En nuestro caso, nuestros esquemas eran la piedra que nos daba estabilidad y, ahora que no los tenemos, no sabemos cómo actuar.
Descubrir en los nuevos esquemas nuevos ritmos de trabajo y convivencia es la tarea que nos debe ocupar: ser flexibles, más receptivos. Y en el ámbito educativo, saber que nuestro nuevo espacio de educación no es el salón de clase. Esta nueva realidad requiere más flexibilidad, nuevas formas de evaluar, dejar el empoderamiento del profesor por una nueva gestión que lleve al alumno a un rol más propositivo, autónomo. No queramos controlar y supervisar al alumno como si estuviera en el aula. Hemos dejado de hacer lo anterior para ganar nuevas habilidades y competencias, no para anquilosarnos en los viejos esquemas de trabajo.
Es momento de meditar y profundizar los conocimientos, y dejar de absorber solo datos sin reflexión. El conocimiento necesita análisis, síntesis y meditar lo adquirido para revitalizar nuestra vida en nuevos conceptos.
Vivimos en la incertidumbre de qué es lo que pasará, estamos ansiosos por descubrir cuáles serán los nuevos esquemas en que viviremos. Esta es una invitación a renovarnos, ajustar nuestros estilos de vida educativa y profesional para ir en búsqueda en una nueva realidad que se está agolpando en nuestra puerta.